El láser de tejidos blandos es usado para realizar incisiones en la encía. Su uso reduce el sangrado, el dolor, y la necesidad de realizar suturas después de la operación. También limita el impacto de la cirugía en la irrigación sanguínea de la zona, promoviendo una mejor cicatrización de los tejidos.
El láser de tejidos duros tiene la capacidad de penetrar el hueso, creando el espacio necesario para la colocación del implante. Nuevamente, el láser limita las consecuencias de la cirugía sobre la irrigación sanguínea de la zona, reduciendo el dolor y la inflamación después de la cirugía y promoviendo una mejor integración del implante.
Para que un tratamiento de conducto sea exitoso, el conducto radicular debe estar totalmente limpio y desinfectado. Esto a veces se puede dificultar por algunas particularidades del tratamiento, como el tamaño reducido del conducto y la presencia de infección, restos de tejido nervioso y residuos ocasionados durante el tratamiento.
El láser puede alcanzar incluso las partes más estrechas y curvas del conducto radicular, que muchas veces son de difícil acceso mediante técnicas convencionales. También, al reducir la necesidad de instrumentación manual dentro del conducto, disminuye las probabilidades de inconvenientes durante el tratamiento.
Tanto cirugías de tejidos blandos como de tejidos duros pueden ser realizadas o auxiliadas por el láser, reduciendo el riesgo de complicaciones postoperatorias como el sangrado, la inflamación y el dolor.
Los tratamientos en tejidos duros suelen ser extracciones de muelas del juicio retenidas o de piezas dentarias complejas. En tejidos blandos, el láser se suele usar para la remoción de quistes, anomalías y tejido de granulación.
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